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Lunes 27 de Agosto de 2012
Este sábado pasado fui invitado por el coordinador de la carrera de Desarrollo Turístico Sustentable del Centro Universitario del Sur, el mtro. Alfredo López a realizar una liberación de tortugas golfinas en una playa llamada Ixtapilla del municipio de Aquila, Michoacán. La experiencia fue inolvidable, no sólo por permitirme la oportunidad de observar el arribo de cientos de tortugas, sino también por vivir su primer encuentro con el gigantesco mar. En su arribo las vimos emerger de entre las olas, transitar la playa mojada y luego húmeda hasta llegar a la parte donde no las alcanza el mar, moviendo su pesada estructura color gris y verde con un caparazón en forma de corazón.
Las tortugas que vimos observan, huelen y se desplazan hasta encontrar el lugar donde construirán su nido. Al ubicarlo empiezan con la poderosa fuerza de sus aletas a cavar hasta dejar un hoyo de una profundidad aproximada de 45 centímetros, cuando lo tienen lo suficientemente ancho y profundo empieza la ovipostura, así los huevos van cayendo uno a uno hasta alcanzar en algunos casos hasta cien, de donde nacerán las futuras tortugas en un acto natural por no desaparecer del planeta.
La capacidad de orientación que les dotó la naturaleza es realmente increíble, porque en tan gigantesco océano, cada año, entre agosto y septiembre arriban en la playa de Ixtapilla no cientos, sino miles de tortugas golfinas clasificada como la especie más pequeña de las marinas.
Ixtapilla no solo es una playa, también es sede de una legendaria comunidad indígena compuesta por gente admirable, trabajadora y comprometida. Que se dedica a cultivar productos del campo propios de la zona, también a la pesca. Durante esta época la pequeña playa del Océano Pacífico se convierten en un espacio común donde todos trabajan para proteger a la tortuga. Unos recogen huevos al momento de la ovipostura para llevarlos a un vivero controlado donde nacerán los quelonios bajo supervisión.
Otros recogen en cubetas a las que van naciendo en los nidos naturales de la playa, a la vez que, espantan a gaviotas y zopilotes que devastan la especie. Se programan guardias para que por la noche haya vigilancia y no permitir que los depredadores de cuatro y dos patas las dañen, unos para alimentarse de ellas y otros para robar su piel. La ronda nocturna ahuyenta a los que tienen interés de robar los huevos para comerciarlos, entre los clientes existe la falsa creencia de que su consumo provee de un poder sexual extraordinario. Nada Más falso que eso. Antes bien se dice que el huevo contiene altos niveles de colesterol, dañino por el aparato circulatorio del humano.
En Ixtapilla conocí a doña Goya, quien no solo ayuda a nacer a las tortugas, también ha visto nacer a las personas de menos de 50 años en la comunidad, es la doctora del pueblo, partera empírica, curadora con los remedios que la naturaleza les concede y una de las más influyentes voces de la comunidad a favor de la conservación de la tortuga golfina.
Se dice que existen aproximadamente 800 mil en el mundo, pero están clasificadas como una especie en peligro de extinción, debido al hecho de que su hábitat natural sigue siendo destruido a un ritmo alarmante. Su antigüedad data de alrededor de 250 millones de años y en los últimos 45 años el número de tortugas marinas golfina ha caído más del 50%. Alarmante su caso. Si esa tendencia continúa, podrían estar extintas en los próximos 50 años. Por ello valga el reconocimiento a esta ejemplar comunidad indígena de Ixtapilla por su compromiso con la vida en donde el CUSur viene colaborando con regularidad alentando su causa.
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