lunes, 13 de mayo de 2013

¿Qué define al mexicano de finales del siglo XIX, del XX y ahora del XXI?

COMENTARIO PARA RADIO UDEG (94.3)

Lunes 13 de Mayo de 2013


Hace once años una revista del país dedicaba todo un número a los ciudadanos de baja intensidad en México, haciendo clara alusión a la debilidad de sus culturas cívicas, de su ciudadanía. El gran vacío de muchos de los ciudadanos mexicanos sigue estando ahí, digamos como la Puerta de Alcalá “viendo pasar el tiempo”. La escasez de ciudadanía ha sido un tema recurrente de varias décadas, lo mencionó Octavio Paz en 1950 en su obra maestra el Laberinto de la soledad, también lo refirió en 1985 Alan Riding en Vecinos Distantes, un retrato de los mexicanos, y todavía más atrás, Fernando Escalante en su estudio de las relaciones de la sociedad con la política en el convulso siglo XIX mexicano. 


¿Qué define al mexicano de finales del siglo XIX, del XX y ahora del XXI? De acuerdo con los postulados que en esa ocasión se publicaron, es decir hace casi once años:

El ciudadano mexicano no cree en la ley ni en su obligación de cumplirla. 
No cree en la autoridad, ni la respalda, aunque la haya elegido libremente.
No quiere al gobierno pero todo lo espera de él.
No paga impuestos pero exige cuentas y bienes públicos.
No es tolerante ni respetuoso de la diferencia.
No tiene el hábito de asociarse y reunirse para perseguir causas comunes.
No es un ciudadano activo, atento a la cosa pública, solidario, participativo. 
Es receloso, enclaustrado en sus intereses particulares y familiares, sin una clara orientación hacia lo público.
No lo digo yo, aunque lo comparto, lo dijeron en ese momento, Leo Zukerman, Fernando Escalante, Federico Reyes Heroles, Raúl Trejo Delabre y otros que para esa ocasión publicaron.

Quizá sin tanto rigor académico usted puede descubrir al ciudadano de baja intensidad en el día con día, a su alrededor, lo identifica con claridad porque anda en su coche por la calle con el estéreo a todo volumen dispuesto a romperle los tímpanos o en su defecto los vidrios de su casa; el que tira la basura desde el coche; el que se estaciona en doble fila; el que se mete con la construcción de su casa o local, en la banqueta o alineamiento; el que hace de la calle, un lugar público, un negocio privado para vender desde tacos hasta autos; el que maneja con el niño abrazado exponiéndolo en un enfrenón a morir aplastado; el que no usa en el auto una silla de seguridad para niños, el que saca la basura desde en la noche sin importarle que los perros nocturnos despedacen las bolsas provocando una desagradable contaminación ambiental y visual, el que saca a pasear a la mascota y no recoge sus desechos, en fin, existen miles ejemplos de ciudadanos de baja intensidad reales y virtuales, y son los que vemos cerca. Los hay más graves, como el que no paga impuestos, el que soborna o corrompe a una autoridad para ganar una obra o proyecto y por supuesto el que compra votos en tiempos electorales para ganar el puesto. 

Ahora en Ciudad Guzmán el ayuntamiento ha emprendido una ofensiva contra los infractores de tránsito, principalmente por la falta de uso de cinturón de seguridad. Muchos han sido sorprendidos pegándoles en el bolsillo. Sin duda la infracción es legal, pero ¿no habrá la posibilidad de que antes de castigar primero advertir?, es decir impulsar una campaña a favor de sus uso poniendo fecha de gracia, luego entonces, después de la fecha educativa, levantar la infracción. También hacer las cosas al revés habla de un gobierno de baja intensidad.

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